¿Tu lado femenino o su lado masculino?


En construcción (PROXIMAMENTE)

¿Chico bueno o chico malo?


VS.

En construcción (PROXIMAMENTE)

Sorry, el amor no me da para tanto

Tal como en el caso del post anterior, todos hemos oído alguna vez (o muchas veces en realidad) frases que se nos han quedado grabadas en la memoria y a las que recurrimos usualmente para tratar de decir algo que suene profundo o inteligente, y bien pueden ser de dominio popular como los refranes o las dichosas frases célebres, o expresiones sonsacadas de la letra de alguna canción de antaño o contemporánea, y ¿Por qué no? Aquellas que son fruto del sinceramiento y la rutilante brillantez de la gente de a pie con la que convivimos a diario. Estas últimas suelen ser las que guardamos con mayor cuidado en nuestra memoria, no precisamente por las sabias enseñanzas que puedan contener, sino por el contexto en fueron producidos, su significado personalísimo para su creador y ocasionalmente para nosotros o por el simple hecho de que nos tuvieron como destinatarios de su mensaje y fueron dichas por alguien a quien nos unía algún vínculo que nos aventurábamos a considerar como especial y único. Y es que las más de las veces cuando llegan a nuestros oídos estas frases solemos prestar toda la atención que podamos, pues por tratarse de alguien a quien (en apariencia) le importamos o nos guarda alguna clase de aprecio o cariño, es nuestro menester el captar en plena claridad hasta el más pequeño detalle de lo que sea que quieran darnos a entender, aunque hay ocasiones en que la desventura nos juega una mala pasada y su mensaje no es precisamente lo que esperábamos, sino que nos deja de una sola pieza, sorprendidos de lo que acabamos de oír, incrédulos y renuentes a aceptar que alguien que nos profesa su afecto (y a quien por tarugos o muy confiados les creemos) pueda decirnos algo así. No se con que frecuencia suele pasarle esto a la gente, pero estoy convencido de que pasa (al menos personalmente a mi sí me ha pasado), ya he tenido oportunidad de escuchar en más de una ocasión las quejas entre dientes de almas dolidas que fueron víctimas de la lapidaria verborrea de su persona especial , que lejos de preferir algo bonito, dulce o afectuoso, dejaron colarse por entre sus labios oraciones tan duras como concisas, cortas pero con la suficiente fuerza para tumbar una sonrisa en un contundente Knock Out lanzado con toda la premeditación, alevosía y ventaja.

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¿Mariposas en el estómago o indigestión?

A donde fuera que vaya siempre escucho decir a la gente que somos seres llamados a la relación, criaturas concebidas bajo estándares predeterminados que nos obligan a convivir con los demás sin excusas ni pretextos que nos liberen de ello, quizá sea porque estudio Derecho (o al menos hago el intento) y eso me lleva a suponer que somos una suerte de entes deambulantes aguardando expectantes al próximo ser con quien nos encontremos. Pero en la praxis del mundo real, más parece que viviéramos aguardando a un ser en especial, un supuesto ser por sobre los otros, un ser que (visto con total sinceridad de cierta forma egoísta) no será compartido colectivamente como el resto del mundo bajo la consigna cívica ciudadana de cohabitantes bajo una causa común, sino que podremos decir de él que será exclusivo para nosotros y recíprocamente nosotros le seremos exclusivos también (eso siempre y cuando no aparezca otro ser más especial que pueda desencadenar que alguna de las partes incurra en una recriminable sacada de vuelta). Diciéndolo de forma cursi pero entendible, a todas luces somos prácticamente como mitades en una cruenta y perpetua búsqueda de nuestro complemento soñado, de aquella persona que completará nuestras frases, que nos entenderá con sólo mirarnos, que sabrá leer nuestro silencio y oír lo que dicen nuestros ojos cansados, que querrá ser lo que necesites (bien sea una maestra, una niñera, una enfermera, una cocinera, una lavandera y requerimientos afines que son los que con mayor frecuencia solicitamos), que estará ahí para nosotros y todas esas cosas que uno dice cuando habla idiotizado idealizando al amor.

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¿Amigas que torturan? Parte II

Continuando con el post anterior, sigamos pues viendo el proceder casi maquiavélico de algunas “amiguitas” que tienen como hobby el encender y desatar pasiones que más tarde apagarán personalmente con un buen balde de agua fría, pero no un baldazo de agua fría aquí en el rico calor norteño, sino en Huaraz, parado en la punta del Pastoruri usando una tanga brasileña, sí, así helada y casi escarchada como si fuera una cubeta llena de raspadilla sin jarabe dulce encima, por el contrario saturada de un agrio saborcillo a una amarga, inesperada e incomprensible choteada.

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¿Amigas que torturan? Parte I

El ser humano es una criatura en constante relación con su entorno, y esto implica relacionarnos no sólo con las plantitas que crecen cual musgo o liquen invasor en nuestros maceteros, o con la mascota de turno que milagrosamente sobrevive a nuestros descuidos, sino también (y para mala suerte de forma primordial) con los demás seres humanos.

Supongo que surgirá la interrogante sobre la razón que me hace atribuirle el revestimiento de mala suerte a tener que relacionarnos con nuestros semejantes genéticos. Bueno la respuesta sencilla es que como todos nosotros somos perfectamente imperfectos, nuestras acciones también suelen serlo, y sus efectos no se limitan a nuestro ámbito personalísimo, sino que arrastrándose como un huaico (alud para lectores que prefieran términos más refinados) llegan a otros, los que tenemos cerca, y los golpean de forma inesperada, haciéndonos ver cada vez más y más descuidados, hirientes, peligrosos y hasta nocivos dirían algunos.

Un claro ejemplo de ello es cuando uno demuestra lo temerario que puede llegar a ser y se arriesga a confiar su mundo interior a otro, dándole un cierto poder sobre uno mismo al mostrarles aquello que de común ocultamos al resto de los mortales. En el caso de los poderosos machos alfa XY, el receptáculo privilegiado de esa confianza masculina tan evasiva es generalmente “ella”, bien puede ser tu novia, tu enamorada, tu agarre prolongado, o tu amiga, y no, no precisamente tu mejor amiga, pues los hombres somos una especie extraña al momento de relacionarnos con el sexo opuesto que tanto deseamos, pues al conocer alguna chica que en nuestra psiquis encuadre en el modelo de “apta para todo uso (y disfrute)” se desactiva el sistema de aislamiento interior como un astuto medio de generar un vínculo de confianza con dicha fémina, con el único afán de que vea nuestro lado sensible, humano, tierno y necesitado de cariño para así poder hacerle ver que ella es la perfecta candidata para prodigarlo.

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Presentación

Ante todos saludos a quienes por casualidad lleguen a posar sus ojos sobre estas líneas y mi admiración y respeto para quienes tengan el estomago de leerlas y quizá interesarse por ellas, sinceramente.

Este espacio es un reducto de libertad para que este humilde servidor les cuente sus experiencias y teorías sobre las féminas, aquellas criaturas que nos resultan indispensables a los hombres pero a las que a veces desearíamos desaparecer de la faz de la tierra a punta de bazukazos, y eso en el mejor de los casos. Pero he ahí el punto, el meollo del asunto ¿Tan necesarias pueden ser esas criaturas que pese a todo lo que podemos pasar por ellas (entiéndase por ello «sufrir») no podemos concebir nuestras vidas sin su tierna (en ocasiones) compañía? Yo diría que lo más probable es que quién sabe, en algunas ocasiones lo ilógico de este postulado prevalece a toda razón y las seguimos añorando como al mejor y más paradisiaco sueño, y en otras (las más de las veces aunque tambien las más fugaces) nos armamos de valor y confiada autoestima para decir ya no más, mujer! pero todos sabemos que esa frase es tan o más mentirosa que las propuestas electorales de un político ávido de votos no muy brillantes.

Así que mi misión, mi menester para con mis congeneres masculinos que alguna vez han sido víctimas de los amorosos y traicioneros acordes proferidos de por unos labios rosa o carmesí, es el ser portavoz de su prolongado silencio. Y aunque otros ya alzaron sus quejas en diversos medios, me tomo la libertad de hacer lo mismo, la razón…digamos que es como cuando te chancas un dedo con una puerta, se inflama, duele, y se pone morado – grisaceo, siendo la única alternativa para desinflamarlo el hacerle un agujerito cual válvula de escape para toda esa sangre muerta y cuasi necrosada, pasado esto todo vuelve a la normal y cotidiana calma, eso busco, calma, y quizá algo de la frágil tranquilidad que brinda un cocktail de honestidad gramatical pública.

Espero les guste, y si no, me da lo mismo.

Atentamente, Beto Malatesta
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